sábado, 22 de noviembre de 2014

LA DIVA

Entre las notas amargas de un piano
que suena desafinado y con desgana, 
una noche cualquiera, de un día cualquiera,
una de tantas fiestas rancias y apagadas.
estaba ella. Ocupaba un lugar escondido,
intentando que nadie viera su rostro
marcado por los surcos oscuros
de los años amargos vividos.
Ella, reina ,en su juventud, de la belleza
ahora ajada y marchita,
Ella, cuya voz resonaba altiva
en aquellos salones ahora
casi destruidos por la insidia.
Esperaba entre las sombras
de las pocas velas encendidas
que alguien le ofreciera 
una palabra, un saludo.
Tampoco pedía tanto, pensaba,
mientras la música seguía sonando,
recordar las épocas de antaño
y ser feliz por un instante
debería ser un regalo no negado.
Y una mano tocó su hombro
y un saludo llegó a sus oídos
y escuchó su nombre. Ella
giró su rostro y, entonces, lo vio...
El, su primer amor, aquél que siempre amó.
Aquél a quien con su arrogancia
alejó de su vida y de su corazón.
Y lloró, con lágrimas de dolor,
con la pena y la angustia
que dan las grandes pérdidas.
Lloró, sabiendo que el pasado
ya no regresaría. Y el silencio
fue quien de instalarse en ese terrible
momento. No hay tregua, no hay perdón.
Y las notas amargas del piano
se fueron apagando, como sus sueños...